13 de octubre de 1972: La tragedia de los Andes.

 

13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya con destino a Chile y con 45 pasajeros a bordo, se estrella en el Glaciar de las Lágrimas, en plena cordillera de los Andes. La mayoría de los pasajeros, jugadores del equipo de rugby Old Christians del colegio uruguayo Stella Maris y algunos familiares.

Tras diez días de búsqueda intensa se les dio por muertos y se suspendieron las labores de búsqueda y rescate. La sorpresa sería que tras dos meses del accidente, dos supervivientes lograron atravesar a pie las montañas, llegando a valle de Los Maitenes (Chile) y pudieron solicitar ayuda. Solo sobrevivieron 16.

Su historia causó tanta fascinación como repulsión a partes iguales. Tuvieron que dar muchas explicaciones, sobre todo de cómo habían logrado sobrevivir a semejante tragedia. Una historia que me impresionó mucho de niña.

¡Comenzamos!

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Viernes, 13 de octubre – Día 1

El accidente se produjo al cambiar la dirección y sentido de los vientos y el Fairchild vio reducida su velocidad de crucero en un 15 %, de 210 a 180 nudos, lo que les hizo cometer un error de navegación, creyendo que estaban más al norte y al este del punto en el que se encontraban.

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La torre de control chilena dio por buena la posición comunicada por el copiloto Lagurara y les autorizó a descender a 3.500 pies suponiendo que se estaban aproximando al aeropuerto de Pudahuel al oeste de Santiago de Chile, cuando en realidad se adentraban en los encajonamientos de la cordillera de los Andes, en medio de los cordones montañosos, en las inmediaciones del volcán Tinguiririca. 100 km de error en la posición dificultarían las tareas de localización y rescate más adelante.

EL avión comenzó el descenso en medio de la niebla generada por una tormenta en desarrollo sin que los pilotos se dieran cuenta de que estaban sobrevolando las montañas. Un primer descenso de 1000 metros atravesando pozos de aire y sufriendo fuertes sacudidas que lo hicieron descender a 1500.

Fue entonces cuando empezó a cundir el pánico entre los pasajeros al ver a través de las ventanillas que estaban volando peligrosamente cerca de las montañas.

Aun así el avión siguió su descenso adentrándose en un cajón de 12 km entre cimas y en medio de una nube que impedía la visibilidad. Cuando la niebla se abrió los pilotos vieron como estaban en rumbo frontal de colisión con una pared del cerro Seler.

Se produce así la primera colisión, en un intento del piloto de esquivar el choque frontal. La segunda colisión se da al golpear de nuevo la pared rocosa, perdiendo el ala derecha que salió disparada hacia atrás, cortando la cola del aparato y dejando al descubierto la parte posterior del fuselaje. Tres filas de asientos de cola salieron despedidas. En ese momento murieron cinco personas y el sobrecargo. La tercera colisión, contra otro pico, se llevó el ala izquierda, dejando tan solo el fuselaje que se convierte en algo parecido a un misil, golpeando y deslizándose por una ladera hasta que se detuvo sobre un banco de nieve.

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Los pasajeros quedaron dentro del fuselaje del avión. Milagrosamente hubo quien salió completamente ileso del accidente, otros no corrieron tanta suerte, muchos murieron atrapados por los mismos asientos, otros por traumatismo cráneo encefálico y otros con heridas internas graves murieron en las horas posteriores. El piloto Julio Ferradas, resultó  muerto en el acto por el impacto y el copiloto Lagurara, agonizante, ambos quedaron atrapados en la cabina.

Los supervivientes, dirigidos por el capitán del equipo de rugby, Marcelo Pérez, se dedicaron a rescatar a aquellos que habían quedado atrapados, de los demás tan solo pudieron comprobar que habían muerto. Según relatan, el copiloto que seguía vivo, aunque imposible de rescatar entre el amasijo de hierros de la cabina, solicitó agua y que lo remataran con un revolver, solicitud que nadie atendió. Pasó la primera noche agonizando y murió congelado al amanecer del día 14.

Durante los siguientes diez días los supervivientes, aunque totalmente destrozados por la situación, mantuvieron la esperanza en el rescate. Sus familias les estarían buscando, lo que no sabían es que lo estaban haciendo a 100 km del punto de impacto.

Esos primeros días fueron devastadores, de  los 45, trece habían muerto en el accidente, otros cuatro fallecieron la mañana del día 14 y el octavo día murió a causa de las lesiones internas una de las chicas, Susana Parrado.

Quedaban tan solo 27 supervivientes y las condiciones no eran favorables: temperaturas de -25 a -42 ºC, sin ropa de abrigo ni calzado adecuado, por única comida algunos snacks que portaban para el viaje y sin agua. Sabiendo que nada estaba a su favor empezaron a organizarse, dándose calor mutuamente, usando la ropa de los muertos, poniéndose capa sobre capa y si tenían que dormir hacerlo dentro del fuselaje del avión. Al menos de este modo se mantendrían a salvo de la congelación.

El undécimo día, se derrumbaron, ya que escucharon en un pequeña pequeña radio que la búsqueda había quedado definitivamente suspendida, aun así siguieron luchando por sobrevivir

Domingo, 29 de octubre, 23:00 h – Día 17

La situación empeora, varios de los supervivientes ya están durmiendo en el interior del fuselaje del avión cuando de pronto un alud se les viene encima. No dio tiempo de reaccionar y aquella noche murieron 8 personas sepultadas por la nieve. Entre ellas se encontraba el capitán del equipo de rugby, Marcelo Pérez

A estas alturas solo quedan 19 supervivientes.

A partir de este día llegarían a una solución ampliamente criticada por algunos: alimentarse de sus compañeros muertos.  Allí no había nada que cazar, tampoco vegetación, era la única solución para poder sobrevivir en aquellas condiciones. Muchos se negaron de inicio a participar en este acto de superveniencia, pero acabaron entendiendo que era eso o la muerte segura. Aun así pusieron determinadas reglas, no comerse a ningún familiar directo y tampoco comerían el cuerpo de las pocas mujeres muertas.

Ya solo se produjeron 3 muertes más, dos a mediados de noviembre, Arturo Nogueira y Rafael Echavarren, que mueren por heridas que se habían gangrenado; el 11 de diciembre muere también por una infección Numa Turcatti, que se convertirá en la última víctima de este desastre.

Quedan 16 supervivientes.

Martes, 12 de diciembre – Día 61

Ya han pasado más de sesenta días y  todos están de acuerdo en que nadie va a encontrarles y que las reservas de comida se acabarían tarde o temprano. El deshielo había empezado y Nando Parrado junto con Roberto Canessa y Antonio Vizintín salen a buscar ayuda, con más esperanza que fuerzas.

Tras tres días de marcha, Antonio tiene una caída y le es imposible seguir avanzando por lo que deciden que vuelva con los demás. Canessa y Parrado continúan la búsqueda.

Ya habían transcurrido diez días desde su partida y habían recorrido unos 60 km cuando se tropezaron con un arriero, Sergio Catalán, que inmediatamente dio aviso a los carabineros chilenos. Con la ayuda de helicópteros consiguieron encontrar a los demás supervivientes y los 16 fueron puestos a salvo.

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Tras el rescate y sabiendo el impacto que podría producir su decisión de alimentarse de sus compañeros fallecidos mintieron a la prensa y dijeron que habían sobrevivido gracias a racionar los víveres, pero el hallazgo de varios cuerpos desmembrados y miembros roídos alrededor del fuselaje les obligó a contar la verdad en una nueva rueda de prensa en la que dieron las explicaciones oportunas.

Cris Gilabert.

Bibliografía:

«Tenía que sobrevivir» de Roberto Canessa

«Milagro en los Andes» de Nando Parrado

Ambos podéis encontrarlos en Amazon.

Films relacionados:

«¡Viven!» de Frank Marshall ( 1993 )

«Supervivientes de los Andes» (1976) de René Cardona

J.A. Bayona ha empezado ya la preparación del rodaje de su próxima pelicula sobre la tragedia de los Andes.

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